Los cascos balísticos son equipo necesario para los soldados para proteger sus cabezas durante el combate. ¿Entonces, cómo surgieron los cascos balísticos y cómo evolucionaron? A continuación, se presenta una breve introducción.
En un bombardeo de la Primera Guerra Mundial, un soldado cocinero sobrevivió a un ataque de artillería con una olla de hierro en la cabeza, lo que promovió posteriormente el nacimiento del casco Adrian de Francia. Sin embargo, los cascos originales estaban hechos de metal común y sencillo, con técnicas simples, y solo podían resistir fragmentos de proyectiles, sin ofrecer resistencia a balas. En las décadas siguientes, con el desarrollo de la tecnología, el casco también avanzó y evolucionó. La aparición del acero antibalas hizo posible el desarrollo y la aplicación de cascos antibalas. El acero antibalas tiene muchas ventajas, como buena tenacidad, alta resistencia y fuerte capacidad de protección. En cierta medida, el casco fabricado con acero antibalas puede resistir el impacto frontal de algunas balas de pistola. A finales del siglo XX, el proceso de fabricación de cascos se fue mejorando constantemente, y se descubrieron y utilizaron cada vez más materiales, como el aramida (también llamado aramida) y el PE. La aramida, conocida también como aramida, nació a finales de la década de 1960. Es una nueva fibra sintética de alta tecnología con gran resistencia al calor, excelente anticorrosión, peso ligero y gran resistencia. Gracias a estas ventajas, ha ido reemplazando gradualmente al acero antibalas en el campo de la protección balística. Los cascos antibalas fabricados con nuevos materiales tienen un desempeño mucho mejor en la detención de balas, y sus diseños son cada vez más humanizados. Su principio de funcionamiento consiste en que el impacto de las balas o fragmentos contra la capa de fibra se transforma en fuerzas de tracción y cizalladura, durante las cuales la fuerza de impacto generada por las balas o fragmentos se disipa hacia la periferia del punto de impacto, deteniendo finalmente las balas o fragmentos. Además, el sistema de suspensión del casco también contribuye notablemente a su excelente rendimiento protector. El sistema de suspensión reduce las intensas vibraciones causadas por balas o fragmentos, disminuyendo así el daño cerebral provocado por dichas vibraciones. Su principio de funcionamiento radica en que el sistema mantiene la cabeza del soldado separada del contacto directo con el casco, de modo que el choque generado por balas o fragmentos no se transmita directamente a la cabeza, reduciendo así el daño. Este diseño se utiliza actualmente también en cascos civiles. No obstante, debe tenerse en cuenta que, aunque los materiales han mejorado considerablemente y el diseño de procesos se ha vuelto cada vez más perfecto, la mayoría de los cascos militares modernos solo pueden proteger contra balas perdidas, fragmentos o pistolas de bajo calibre, ofreciendo una capacidad limitada frente a rifles de potencia media. Por tanto, el llamado casco antibalas tiene en realidad una función antibalas limitada, pero su capacidad de protección contra fragmentos y balas no puede ser ignorada.
Lo anterior es toda la introducción de los cascos antibalas.
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